El miedo es un sentimiento de desconfianza que impulsa a creer que va a suceder algo negativo. Se manifiesta a través de la sensación de angustia que tenemos ante algo que consideramos peligroso. Esta emoción primaria es totalmente adaptativa y necesaria porque nos alerta y nos ayuda a prevenir situaciones que pueden ocasionar daños.
Esta emoción que nos ayuda a evitar situaciones peligrosas, al mismo tiempo puede ser muy limitante. Si se trata de un miedo irracional no vinculado a una situación de peligro real, que está proyectada e imaginada y que se vive como real, puede ser muy des-adaptativo. Además, el problema se va a acrecentar si se generaliza a distintas situaciones cotidianas y esto provoca que se paralicen nuestras vidas.
Por tanto, el miedo sólo es un problema si es disfuncional. Dentro de los miedos disfuncionales podemos hablar de las fobias, trastornos de ansiedad, ataques de pánico etc. que pueden llegar a ser patológicos, y como decimos limitantes.
Cuando el miedo es adaptativo se entiende que es una reacción adecuada a un estímulo peligroso. Sin embargo, cuando ese miedo es irracional, porque realmente no existe ese peligro, es ya un problema. El hándicap es que nuestro cerebro no distingue sobre algo real o algo imaginado y podemos reaccionar exactamente igual fisiológica y psicológicamente en ambos contextos.
Hay numerosos artículos que nos hablan de que el miedo paraliza la imaginación, la posibilidad de crear e inventar, que bloquea toda capacidad creativa. Sin embargo, en estos últimos años, situaciones muy limites, novedosas y desafiantes como ha sido la pandemia de Covid-19 nos han hecho agudizar al máximo el ingenio.
Pero es que esto siempre ha sido así; las guerras, los desastres, las epidemias etc. han hecho que la humanidad se reinvente.
Las primeras formas de salud pública institucionalizada, es decir, las cuarentenas, se implementaron como respuestas a la peste negra. Durante uno de estos brotes, en el siglo XV, los venecianos erigieron lazarettos, o salas de aislamiento, en las islas periféricas, donde obligaron a los barcos que llegaban a atracar.
“Ni los médicos ni los remedios eran efectivos. Ya sea porque estas enfermedades eran desconocidas o porque los médicos no las habían estudiado previamente”, registró el cronista florentino Baldassarre Bonaiut en Cronaca fiorentina di Marchionne di Coppo Stefani (1348). “No parecía haber cura. Había tanto miedo que nadie parecía saber qué hacer”.
Y sin embargo, posteriormente fueron surgiendo grandes avances en el mundo de la salud y de la medicina porque es ahí, bajo ese miedo, donde se agudiza el ingenio.
De hecho, los historiadores suelen identificar la epidemia de la peste como el hecho que contribuyó al debilitamiento del feudalismo, la aparición de la burguesía y un nuevo sentido laico de la muerte que cambió la percepción de la ciencia y que supuso un cambio de era en Europa y una inclinación del ser humano hacia el bienestar y la prosperidad.
Entonces ¿miedo y creatividad son realmente antagonistas? Como hemos comentado, tener miedo, de manera sana, es adaptativo y nos ayuda a evitar las situaciones de peligro. Y esa evitación puede ser física (salgo corriendo) o psicológica (que corra mi imaginación, que mi pensamiento vuele y encuentre un lugar más colorido, más fresco, más divertido…) y es ahí donde el miedo y la creatividad se dan la mano, cuando busco alternativas novedosas, distintas, experimentales.
Durante los últimos dos años que hemos vivido, el impulso de la investigación científica relacionada con las vacunas y los tratamientos médicos ha sido espectacular, y seguramente tendrá repercusiones sobre el avance en el estudio de otras enfermedades.
Pero no sólo se ha desarrollado la creatividad en el campo médico. Muchas empresas y sectores se han visto obligados a reinventarse o buscar nuevos modelos de negocio. Las startups han vivido una explosión de nuevas propuestas, y durante los meses de confinamiento numerosos artistas dejaron volar su imaginación y nos ofrecieron obras diferentes, impactantes y sobre todo creativas. La sociedad en su conjunto pasó del miedo a lo desconocido al más puro proceso disruptivo y creativo.
Ponernos muchas veces al límite da pie a esa creatividad que todos llevamos dentro intentando transformar la realidad, encontrando nuevas formas de hacer y proponer. En definitiva, innovando.
Fuente: FutüreLatam. Artículo de Paula González Cardeñosa para Iris Global (9 febrero, 2022)