Quién tiene un porqué para vivir, encontrará casi siempre el cómo
Nietzche
Por Marcelo Vázquez Avila
Debido a nuestra natural y comprensible resistencia al cambio solo nos atrevemos a cuestionar nuestra forma de ver la vida cuando llegamos a una saturación de malestar. Tanto es así que el dolor y el sufrimiento son el estilo más común de aprendizaje entre los seres humanos.
La antesala de la denominada “crisis existencial” es un proceso psicológico que remueve los cimientos sobre los que se asientan nuestras creencias, posibilitando la evolución de nuestro nivel de conciencia y de “darnos cuenta”.
Se podría decir que una función biológica del sufrimiento es hacernos sentir que nuestro sistema de creencias es ineficiente y que por lo tanto está obstaculizando nuestra capacidad de vivir en plenitud.
Es por eso que la adversidad y el sufrimiento nos conectan con la necesidad de cambio y evolución. Es decir, con honestidad, humildad y coraje para ir más allá de las propias limitaciones que nos han ido condicionando al seguir nuestro camino en la vida.
Po eso se dice que las crisis existenciales son la mejor oportunidad que nos brinda la vida para no engañarnos y salir de la zona cómoda y victimista en la que llevamos un tiempo instalados.
Estas crisis llegan sin quererlo y sin avisar también se van, son una maravillosa ocasión para atrevernos a crecer, a evolucionar y, en definitiva a responsabilizarnos de nuestra propia vida, de nuestras decisiones y de los resultados derivados de éstas.
A esta situación me gusta llamarla madurez, la cual no tiene nada que ver con la edad física, sino con la edad psicológica. La verdadera sabiduría nace del aprendizaje y de la transformación, no de los años vividos.
¿Se podría decir que cada vez que tengo miedo, me enojo o me pongo triste el que está creando esas emociones no saludables en mi interior es uno mismo? Ya sabemos la respuesta… Aunque al principio nos cueste aceptarlo, nosotros somos los únicos responsables de lo que experimentamos.
Sea por el problema que sea, si yo soy el que sufre, soy el único que lo está creando y la buena noticia es que entonces somos los únicos que podemos solucionarlo. Porque no se trata de cambiar lo externo (la muerte de un ser querido, el desprecio o la falta de consideración hacia nosotros) que escapa a nuestro control, sino de transformar lo interno, que sí está a nuestro alcance.
Poco a poco y día tras día, por medio del auto conocimiento, la comprensión y la aceptación de nosotros mismos, crecemos y evolucionamos, pudiendo cambiar la manera de ver y de interpretar lo que nos sucede. Haciendo a un lado aquellas limitaciones que nos han ido condicionando, y siendo un gran obstáculo para seguir con éxito nuestro camino en la vida.
Marcelo Vázquez Avila es Profesor De Comportamiento Humano en la Organización Instituto Internacional San Telmo (Sevilla, España)/ Octubre 2020)