Por Elena Arrieta
El mundo que conocemos está cambiando, y lo hace a una velocidad cada vez mayor. Sociedad, economía y tecnología están íntimamente relacionadas, de ahí la necesidad de hacer una reflexión meditada sobre el rumbo al que nos encaminan las innovaciones del presente. ¿Puede la tecnología acabar, o al menos reducir, las desigualdades en el mundo? Y más aún: ¿está la evolución tecnológica reciente dirigiéndonos hacia un mundo más equitativo… o justamente lo contrario? Son las grandes interrogantes que se plantearon los expertos reunidos en la última edición del Future Trends Forum, organizado por la Fundación Innovación Bakinter en noviembre pasado.
Extracto del informe que la periodista y autora Elena Arrieta elaboró en base a las conclusiones de la última edición del Future Trends Forum (FTF), think tank internacional especializado en innovación, organizada por la Fundación Innovación Bakinter.
¿Puede la tecnología acabar, o al menos reducir, las desigualdades en el mundo? Y más aún: ¿está la evolución tecnológica reciente dirigiéndonos hacia un mundo más equitativo… o justamente lo contrario?
Los expertos reunidos en la última edición del Future Trends Forum (FTF), organizado por la Fundación Innovación Bankinter, coincidieron en que la tecnología forma parte del problema (genera mayor desigualdad, destruye empleo…) pero también de la solución (ofrece acceso universal a servicios básicos y otorga un gran poder a los individuos). ¿Se puede remediar? Sí, pero de ninguna manera es un reto sencillo. La inversión en redes de comunicaciones o el despliegue de dispositivos en las áreas más desfavorecidas del planeta son pasos positivos, pero insuficientes para garantizar un mundo más equitativo y democrático.
El balón está en el tejado de las instituciones públicas, responsables de crear el caldo de cultivo (políticas de apoyo al emprendimiento, libertades sociales, formación en nuevas capacidades…) que favorezca un buen uso de las nuevas tecnologías, que repercuta a su vez en una mejora general de la sociedad y de la economía.
Tecnología y empleo: ¿qué pasará en el futuro?
Parece innegable que la automatización de ciertas tareas está suprimiendo empleos a un ritmo mayor que el de creación de nuevas posiciones. Esto está generando una enorme brecha en la sociedad, ampliando la diferencia entre ricos y pobres. Proliferan los empleos que exigen creatividad y habilidad, a menudo auxiliados por ordenadores, así como los trabajos para la mano de obra no cualificada. Se está produciendo, por lo tanto, una “polarización” de la fuerza de trabajo y un “vaciado” de la clase media para la que no existe una solución fácil. ¿Será la educación online la pieza salvadora del empleo del mañana? ¿Podría un sistema de renta universal contribuir a una transición menos dolorosa?
Salud: un derecho universal
Dentro de 30 años, el ser humano será capaz de vivir hasta los 120 años, manteniendo una calidad de vida razonable. Los avances en el diagnóstico temprano y tratamiento del cáncer, la investigación genética o la inteligencia artificial son sólo algunas de las innovaciones que lo harán posible. Nos dirigimos hacia una medicina preventiva y personalizada, frente al modelo reactivo y masivo actual, que no sólo deberá ser más sostenible (en 2050 el 22% de la población mundial será mayor de 60 años, según la OMS), sino también mucho más eficaz…, al menos en el Primer Mundo. Estamos muy lejos de acabar con la desigualdad existente en el campo de la salud.
La desigualdad en el campo de la salud representa no sólo una injusticia social, sino también un coste inmenso para las arcas públicas. Según las “estimaciones conservadoras” de la Comisión Europea, este coste puede oscilar entre el 1,5% y el 9,5% del Producto Interior Bruto (PIB). ¿Puede la tecnología reducir esa brecha, y contribuir a alargar la vida de todos los colectivos de una sociedad? La respuesta es sí.
La innovación empresarial en el siglo XXI
El entorno empresarial es otro de los grandes factores que marcan la prosperidad de un país. La razón es simple: las empresas crean trabajo. Por eso, cuestiones como la facilidad para emprender un nuevo negocio, el nivel de burocracia, la legislación en materia de quiebras o la flexibilidad laboral son aspectos que pueden suponer la diferencia entre emplear a muchas o a pocas personas, entre el éxito y el fracaso, entre la felicidad o la desdicha. A todo esto hay que sumar ahora un nuevo contexto, marcado por una competencia agresiva y global, que obliga a las organizaciones a repensar por completo su estructura organizativa, su modelo de negocio, su estrategia de captación y retención de talento, e incluso su cultura corporativa.
El papel de los poderes públicos
La tecnología pertenece a los usuarios. Es creada por y para ellos. Pero las instituciones públicas -tanto nacionales como supranacionales- tienen en su mano influir, como mínimo, en la velocidad de desarrollo de un nuevo mercado tecnológico. Al final, el sector público es el responsable de velar por un progreso que repercuta en mayor riqueza… para todos. Y, sin embargo, da la impresión de que las administraciones públicas y los reguladores van siempre un paso por detrás; de que son los consumidores los que marcan el ritmo de la innovación.
La actuación de los gobiernos es importante porque influye de forma directa en la capacidad de las empresas de adoptar las nuevas tecnologías (sin un marco jurídico claro, por ejemplo, muchas de las inversiones se posponen o trasladan a otras regiones).
Las compañías digitalizadas no sólo resultan más eficientes, sino que abren su radio de acción a un número mayor de clientes potenciales. Innovar o morir, esa es la cuestión. Además, la oferta digital de servicios públicos, como el acceso online a la policía, la sanidad, la gestión de documentos y permisos, o la identificación digital única, puede contribuir enormemente a la percepción de prosperidad de un país. ¿Sabía que 1.500 millones de personas en el mundo no tienen un documento oficial de identidad?
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Doce propuestas para combatir la desigualdad en el mundo
Durante el encuentro del Future Trends Forum, los expertos allí reunidos concluyeron en una serie de doce propuestas que intentan dar pelea al desafío de la desigualdad.
1- Reconocer Internet como un derecho humano. Internet –sin restricciones ni censuras- es la puerta a multitud de servicios básicos. El despliegue de las infraestructuras que lo harían posible se llevaría a cabo, fundamentalmente, a través de alianzas pú- blico-privadas.
2- Mentor digital basado en inteligencia artificial. Otra de las propuestas más apoyadas entre los expertos del FTF fue la de desarrollar un sistema de inteligencia artificial capaz de construir asesores digitales que ayuden a los estudiantes –independientemente de su nivel económico- a elegir sus trayectorias académicas, elegir un centro, crear un currículo, etcétera. Puesto que se trata de un sistema virtual, podría aplicarse a la formación de un individuo a lo largo de toda su vida. No en vano, en la Era Digital los ciudadanos necesitarán seguir formándose durante toda su carrera profesional.
3- “Reválida” digital. Hacer pasar a todos los niños de entre 10 y 12 años un test -¿a través de Internet?- para comprobar cuáles son sus principales aptitudes y habilidades, en especial las relacionadas con su personalidad y conocimientos digitales. Esto permitiría a profesores y mentores ajustarse mejor a las necesidades del alumno, y fomentar en él las vocaciones que mejor se ajustan a su talento.
4- Introducir la financiación por “crowdfunding” al entorno educativo, de tal modo que las empresas puedan financiar la matrícula de alumnos sin recursos con gran potencial, a los que habrían identificado previamente gracias al Big Data.
5- Open Data en el terreno de la salud. La información abierta y actualizada, en el campo de la salud y la investigación médica, ha salvado más vidas que muchas de las innovaciones sanitarias y farmacológicas de los últimos años. En el FTF, se propuso que esa información abierta derive también en mayor “innovación abierta”.
6- App móvil de reporte rápido de incidencias en el espacio público. La corrupción y la inseguridad pública son problemas que pueden remitirse a través de tecnologías sencillas como una aplicación móvil de reporte rápido y anónimo. Esta tecnología podría aplicarse también al entorno corporativo, recompensando a los “chivatos” con beneficios fiscales o de otro tipo.
7- Banco digital de propiedad intelectual. Las grandes empresas pueden poner a disposición de PYMES y emprendedores la propiedad intelectual que no utilizan, con el fin de que éstos creen nuevos productos y servicios. A cambio, pueden compartir la propiedad sobre las nuevas creaciones o cobrar una pequeña cuota.
8- Banco digital de capacidades. Se trata de que las grandes compañías integren sus programas de formación interna y los pongan a disposición de pymes, estudiantes y emprendedores, a cambio de una cuota que podría ser subvencionada por los poderes públicos u organizaciones sin ánimo de lucro.
9- Introducción de KPIs (indicadores) específicos sobre la desigualdad en la memoria de responsabilidad social de las empresas, y obligatoriedad legal de contratar a proveedores que rebasen una determinada calificación.
10- Crear una plataforma de economía colaborativa que contribuya a reducir los precios y que dé acceso a bienes de primera necesidad a cambio de una suscripción, que pudiera ser subvencionada por los poderes públicos u organizaciones benéficas.
11– Transformación digital del sector público. Las administraciones públicas necesitan una reestructuración y una computarización dramática, que las adapten al nivel de desarrollo tecnológico de ciudadanos y empresas privadas.
12- Obligatoriedad legal de destinar un porcentaje fijo de los beneficios a acciones destinadas a financiar el despliegue de conectividad en áreas rurales o deprimidas. En el caso de las instituciones académicas, la dotación de su financiación pública podría ajustase en función de su impacto social.