por Gerardo Carchio*
Termina una década en la que valores como trabajo, razón y futuro fueron reemplazados por creación, imagen y presente, y donde gustos compartidos definen vínculos e identidades” dice Michael Maffesoli en su artículo “Nuestra marca de época es la tribu, lo arcaico, más el desarrollo de Internet“.
Y con él gira 180º el eje de las costumbres y hábitos de consumo y de trabajo. Fuimos educados pensando en asegurar el futuro, con el sacrificio como un valor emblemático y la lógica como el camino seguro de llegar a una estabilidad que nos permita construir en el tiempo un destino lleno de incertidumbres que constituyen el desafío cotidiano para su superación.
En su lugar los jóvenes lejos ya de los conceptos que jalonaron nuestra cultura, dueños de la generación Y o Why? Viven el presente, y entienden que la imagen y la creatividad darán más resultados que la lógica y el trabajo obsesivo y la construcción sistemática de ese futuro construido desde la acumulación de presentes.
Para estas generaciones el tiempo no existe como tal, solo la instantaneidad se erige como moneda de cambio. Es una camada bidimensional, acostumbrada a la entrada y salida de imágenes fugaces en una pantalla de cristal líquido sobre la que hemos perdido el asombro mágico de su polifuncionalidad y de la permanente entrada y salida de información de todo tipo.
La educación se ha horizontalizado y es más la verticalidad maestro – alumno, padre – hijo, jefe – subordinado ha cambiado abruptamente de mano y ha invertido su flujo. Hoy es el joven quien educa a sus padres, es el subordinado el que da autoridad a su jefe y s el alumno que se aburre en clase porque la educación sigue funcionando de contramano. En el medio de este tránsito caótico, los padres pelean por bloquear computadoras, los jefes se quejan de falta de fidelidad de sus empleados y los educadores no aciertan en qué nueva medida disciplinaria ubicará a esta difícil generación.
La información ya es patrimonio público e internet es una escuela abierta en la que las competencias fundamentales son la capacidad para seleccionar entre la enorme polución informativa, aquella relevante. ¿Y los padres? Sólo la transmisión de valores, de sanas costumbres, de grandes ejemplos será la tarea complementaria e ineludible para una sana formación humana.
El adulto al mismo tiempo se ha metamorfoseado y la niñez eterna parece ser el valor por antonomasia, el horror a la vejez se ha instalado en ellos y en esa competencia absolutamente desigual, va perdiendo la transmisión de uno de los más grandes valores a transmitir “la capacidad de crecer”. Crecer y envejecer se han confundido y los adultos han renunciado acelerando una segura muerte social con la ilusión de una inmortalidad fugaz.
Así como se ha deslizado el contrato hacia el pacto en el cuál la transitoriedad del mismo se sostiene mientras las condiciones se mantengan. La moral ha migrado hacia la ética que integra en sí el pacto. Si para ambos lo que hacemos está bien, no hay moral que lo impida. No matar es un mandamiento y si no lo hago por moral es distinto de no hacerlo por sentir personalmente que es algo imposible de realizar por una colisión con mi mundo privado de valores. La moral se ha transformado en una moral privada compartida en una selecta comunidad que la sostiene aun frente a la crítica social que amplifica la moral.
Algunas conclusiones:
- Todo envejece más rápidamente y la búsqueda de lo nuevo se vuelve desenfrenada.
- Se diluye el espacio privado que hace pública la privacidad.
- La instantaneidad sustentada por el modelo virtual choca contra la paciencia que contiene el valor del futuro de las viejas generaciones.
- La ilusión de que el tiempo no existe.
- El consumo es veloz, fugaz y poco duradero.
- Solo los valores y el ejemplo de alegría por crecer serán los sanos antídotos a este desafío que ha instalado la modernidad.
* Carchio es consultor de empresas en RRHH y coach ejecutivo, docente, psicólogo, esposo y padre. Ha escrito numerosos artículos y ha sido conferencista en temas vinculados al liderazgo empresarial y la gestión del talento humano.